Vuelta al Edén Latino

Alejandro explora la experiencia de los latinoamericanos en Londres, quienes mantienen un profundo apego a sus países de origen a pesar de haber emigrado. A través de anécdotas sobre el deseo de retorno y las tensiones generacionales con sus hijos, criados en el Reino Unido, se reflexiona sobre la nostalgia.

Alejandro Mulero

He conocido a multitud de latinoamericanos en Londres. La mayoría de los que emigraron hablan de sus países como un paraíso al que esperan volver; unos, con la esperanza de, quizá, ahorrar lo suficiente como para poner algún negocio allí; otros, cuando se jubilen; y otros, decepcionados con la jungla de asfalto, se lanzan sin red a la desesperada y sin dinero esperando que las hojas húmedas de su patria los amorticen, mientras retornan la cadencia de la vida allá.

Las raíces no solo no se agarran al suelo, sino que los emigrantes atrapan con promesas. A veces, en cambio, pueden llegar a extrañarse.

 

A menudo, los cabos sueltos de esas raíces tan largas están bien atados. La mente y el bolsillo van por el mismo carril. Los suburbios grises ingleses empiezan a mostrar un cielo bendito, los vagones de metro les recuerdan la cuna donde vivieron. Las noticias sobre el Reino Unido que afectan a un futuro a medio o largo plazo no las leen más, cuando ya se pueden oler las comidas de la infancia cruzando el océano con ayuda de todos los vientos.

En la radio suena Hasta la raíz de Natalia Lafourcade.

Entonces, sin embargo, el deseo de retorno se alea de bronces con una íntima y desgarrada barrera: los hijos de los emigrantes tienen múltiples raíces, las calles, la navidad y la familia se confunden en el asfalto londinense.

Por muy ecuatoriano o colombiano que se sienta, un joven criado aquí muy rara vez comparte el deseo de volver al país de sus progenitores. Ni el mejor jardinero de este mundo los convencería.

 

Otras veces, muchos de estos jóvenes llegan al Reino Unido tras haber pasado años en España, donde se sienten más apegados que en su patria de origen. Como una hiedra, estas plantas filiales crecen por muchos muros. Si fueran árboles, con sus copas brindarían más por equipos de fútbol como el Arsenal, el Manchester United o Real Madrid, que por la Liga de Quito o el América de Cali.

Así, la vuelta al paraíso perdido se puede convertir en una ardua travesía por el desierto, sin abermacladura donde elegir opciones más fáciles. Por consiguiente, los padres han de restructurar sus planes y terminar aceptando con estoicismo y resignación que la mayoría de las cálidas días de sus países de origen serán disfrutadas de ver a través de la helada y pequeña pantalla de un móvil de última generación.

 

Otras veces, los padres cortan por lo sano y vuelven, mientras sus hijos se quedan en Europa. Plantas separadas para crear fotografías que serán aceleradas discusiones sin solución. Sin embargo, el día de la separación los une algún momento más que el océano Atlántico.

 

Conozco Ecuador y puede entender de algún amor de allá, a pesar de ser mitificada en la memoria selectiva. De hecho, en el Oriente (la Amazonía ecuatoriana) puede tirar un sitio donde se puede vivir sin trabajar de tantos frutos jugosos que da la selva y donde los becados no están por llegar a lluvia persistente los bota. Allí Adán y Eva hablan de árboles y lloras, las serpientes andan desnudas y la manzana es una guayaba fresca.

 

Así como las naciones necesitan mitos fundacionales (por ejemplo, Rómulo y Remo con Roma), los migrantes necesitamos nuestro propio mito, donde una tierra exuberantemente bella, pacífica y abundante, un paraíso en breves lapsus, nos eche allá. En vano vamos, como el que va a comprar tabaco y nunca regresa a casa. Sin embargo, el hogar y el origen puede ser demasiado fuerte y pensamos en volver y con ese cigarro desgajado encender una llama dilapidada de míticos contornos, engrandeciéndola como un fin nostálgico.

 

Finalmente, muchos se dan cuenta de que hay raíces mucho más profundas las de hablar desde el cielo, leer lo que subrillamos a mi chico y planear sus próximas fases para que nuestra savia, los hijos, tengan su vida lo más apasionadamente posible. Así, estas raíces del árbol genealógico que la forma que el verbo afecto tiene importancia y significada para convertirse en afecto en los seres queridos.

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