La risa es universal
Aunque comedias de Hollywood pueden ser ampliamente comprendidas, el humor local, como el de los cómicos ecuatorianos, puede ser un reto para los extranjeros debido a referencias culturales específicas. El autor comparte su experiencia al ver monólogos ecuatorianos en compañía de amigos.
Alejandro Mulero

La risa es universal, pero no todos los humoristas lo son, al menos no del todo. Se puede considerar cierto tipo de humor como relativamente universal, como las comedias de Hollywood, que triunfan en todo el mundo, pero en el humor extranjero puede haber cosas que no comprendamos, incluso sabiendo el significado de todas las palabras, a veces, por las alusiones a la vida local de un país, que difícilmente los extranjeros podemos dominar.Aprendí esto cuando comencé a relacionarme con la comunidad ecuatoriana en Londres.
Viniendo de España, tierra de tantos grandes humoristas, donde contar un chiste es tan común como decir buenos días, aprecio el buen humor. Sin embargo, nunca olvidaré la primera vez que vi en televisión, acompañado de ecuatorianos, a humoristas ecuatorianos en parques de Quito, que graban y distribuyen por internet largos monólogos plagados de anécdotas sobre la vida en Ecuador: El Enano Araujo, Paolo Ladino y Michelena, tres grandes en los parques más grandes de la capital, lo cual no los convierte en un producto local, sino que son archiconocidos merecidamente por ecuatorianos en todo el mundo.
Sin embargo, había un problema. Tras muchos minutos envuelto en las carcajadas de mis amigos ecuatorianos, vi mi cara en un espejo. Parecía la de un inspector de Hacienda poniendo una multa. ¿Por qué no me había reído ni una sola vez? Casi sentía envidia y llegué a pensar que quizá alguien con una capa de invisibilidad estaba haciéndoles cosquillas a todos con plumas, o quizá alguien había cambiado mi vaso de zumo por otro lleno de somníferos. Tuve la tentación de buscar un diccionario de expresiones ecuatorianas, pero no hacía falta, mis amigos hacían de Google Translator andino. Con los años los aprecié mejor, ya que adquirí más referencias de personalidades y costumbres de aquel país. Aún así, no me imagino a estos cómicos en un parque de Groenlandia o en un pueblo japonés, donde algún transeúnte terminaría haciéndose el harakiri por no entender ninguna gracia.
Por otro lado, uno de mis mejores recuerdos de adolescencia es el especial de Nochevieja del dúo humorístico Martes y Trece, tan característico de esa fecha en los años 90 como las doce uvas y las campanadas. Cuando le puse a mi pareja ecuatoriana uno de los muchos sketches de este dúo, ella puso tal cara que le pregunté si había opositado a inspectora de Hacienda. Casi tuve que hacer las maletas.
Mr Bean tiene mérito: triunfó en el mundo anglosajón, pero también en el hispano o asiático. Quizá porque el personaje es algo estúpido y, como dijo Einstein, “dos cosas son infinitas, la estupidez humana y el universo”. Por su puesto, el humor físico, sin hablar, como el suyo o el de Charlot, traspasan fronteras con más facilidad.
Hablando de traspasar fronteras, el día que recogí el primer pasaporte de mi hijo bebé del consulado español en Londres para viajar pronto, tuvo su bautizo humorístico particular. Me topé con uno de mis ídolos humorísticos en lengua inglesa, John Cleese (Monty Python, Fawlty Towers), en Sloan Square. Yo con el pasaporte en la mano estuve a punto de pedir un autógrafo en el mismo documento, pero al recordar la parsimonia de la burocracia habitual de este consulado en mis visitas, la idea de volver a solicitar otro me pareció un chiste de mal gusto.
Sin duda, un esquimal viendo El Chavo del 8 o un sketch de José Mota se reiría seguro, a no ser que el frío del iglú le impida el gesto y, que duda cabe, debe de haber muchos chistes divertidísimos sobre focas, pero aún así, seguro que hay algo que no nos haga ninguna gracia, mientras los locales se parten de risa. Reírse, una de las cosas que nos hace humanos y, sin embargo, la idiosincrasia de las naciones, el pudor y la tradición, con sus connotaciones locales, pueden hacer que una carcajada no pase el control de seguridad del aeropuero.
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